domingo, 3 de diciembre de 2023

La espera es un tiempo precioso

 ¿Qué esperan aquellos quienes tienen una verdadera buena razón para esperar? Una tierna, sonrisa de alguien que los mire alegre, quizás. O un rayo de esperanza luminoso, a través de la ventana de una celda de cautiverio oscura, tal vez. El sonido de las campanas de un día de una fiesta preparada con ilusión, también.

Pero lo que verdaderamente esperan, aquellas personas que en verdad esperan, es a quien colme sus anhelos incolmados hasta el borde. Hasta el borde de todas sus tinajas, hasta el último lindero de sus corazones sacudidos o vacíos.

Quieren esperarlo y desean con anhelo ardiente encontrarlo, hasta que ya no tengan que esperarlo. Hasta que venga para siempre a arrebatarlos, del pozo, del desierto y de la desolación del corazón inquieto.

Es el deseo profundo de los hombres y las mujeres humildes, de las personas que se reconocen ya sin vergüenza necesitados, y que descubren que han sido ya reconquistados por la cruz, la muerte y la resurrección de Jesús que los ha querido salvar del naufragio de la muerte.

Es la espera que hoy se enciende en el Adviento, que  no se apague hasta el definitivo advenimiento, de aquel que es Dios y Salva a aquellos hombres que hoy esperan humildes y pacientes descansar por fin su espera en Aquel que para Sí los ha creado y que nos sueña en su Amor amando.



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