“ -¿Cómo van a gritar? Es cosa de un instante. Se coloca al
hombre sobre una plancha y en seguida cae la cuchilla, movida por una potente
máquina llamada guillotina. La cabeza queda cortada antes de tener tiempo de
parpadear. Los preparativos son horrorosos. Sí, lo más terrible es cuando leen
la sentencia al condenado, cuando le visten, cuando le maniatan, cuando le
conducen al cadalso… Recuerdo que el criminal era un hombre inteligente,
maduro, fuerte y resuelto. Pero le aseguro, aunque no me crea, que cuando subió
al cadalso iba llorando y blanco como el papel. ¿No le parece increíble y
tremendo? ¿Cómo cabe que haya quien llore de miedo? Yo no creía que el terror
pudiese arrancar lágrimas a un adulto, a un hombre de cuarenta y cinco años que
no había llorado jamás. ¿Qué pasa en el alma en ese momento? ¿Qué terrores la
dominan?
-Al menos con ese género de suplicio no se sufre mucho.
-Eso es precisamente lo que todo el mundo dice y para eso se
inventó la guillotina. Pero yo, mientras asistía a la ejecución, me decía:
“¿Quién sabe si la rapidez de la muerte no la hace más cruel aún?”
El idiota. Dostoievsky
Todos sabemos que tarde o temprano debemos morir pero eso no
hace que hablar de la muerte, en especial de la propia muerte, resulte sencillo
dado que muchas veces causa temor. Tal vez porque la muerte generalmente va acompañada de sufrimiento, no solo para la persona que muere pero también para
la gente a su alrededor, su familia o sus amigos, y en algunas ocasiones se
lamenta la pérdida por toda una comunidad o incluso por el mundo.
O quizá también porque la muerte puede llegar de varias
formas y en cualquier momento. Es verdad que no conocemos el día ni la hora
pero tampoco la forma en la que llegará y eso puede aumentar el temor que se
tiene a la muerte.
He notado que en general la gente dice preferir una muerte
rápida sin mucha agonía y sonaba bien hasta que me topé con esa frase del idiota de Dostoievsky y lo digo así
porque hoy en día parecería idiota pensar que una muerte rápida es más cruel
que una muerte lenta por una enfermedad crónica o por un avance excesivo de la
edad que vuelve a alguien “dependiente” de los demás.
La verdad es que he encontrado muy ciertas las reflexiones
del escritor ruso. Cuando alguien muere rápidamente es generalmente una muerte
violenta, y en especial para los que se quedan. Cuando una persona muere
repentinamente no faltará aquél con quien no alcanzó a reconciliarse o ese hijo
que desde hacía tiempo quería disfrutar un tiempo con su padre…sí, creo que son
crueles y violentas las muertes rápidas y en especial cuando lo rápido no es en
si el suceso de la muerte sino el tiempo que vivió una persona; es muy cruel y
violento ver la muerte de tantos niños por la razón que sea.
En contraste cuando una persona muere después de una larga
agonía por una enfermedad o por su avanzada edad generalmente existe un
ambiente de paz y tranquilidad. Luego de las dificultades que provocó esa
agonía ahora se puede descansar. Y además, sabiendo que la muerte está cerca,
se puede por decirlo de alguna manera, dejar listos todos los asuntos
pendientes como esa reconciliación o aquel hijo del que hablábamos.
Ahora bien, muchos dirían que la enfermedad en sí también es
cruel y violenta. Es claro que ahora se tiende a evitar el sufrimiento y se le
tiene más miedo aún que a la misma muerte. Me parece que esto se debe a que la
gente no sabe vivir el sufrimiento y tal vez hasta podría decirse que no lo
valora lo suficiente. En un contexto religioso el sufrimiento puede valorarse y
sobrellevarse si se une al sufrimiento de Cristo en la cruz. Devolviendo así no
sólo el valor y la dignidad de los que sufren sino tal vez más aún, haciéndolos
partícipes de ese camino redentor como decía Juan Pablo II cuando hablaba del sufrimiento humano en un
sentido sobrenatural.
Por lo tanto esa tendencia general a aceptar la eutanasia
para evitar ese sufrimiento termina por no reconocer el valor de la vida humana
con todo lo que conlleva además de que suele ser un acto bastante egoísta
aunque en general esto sea inconsciente. Los hijos que viendo a sus padres enfermos y
viejos buscan en ese “evitar el sufrimiento” quitarse el peso de encima cuando
no el estorbo que representan sus padres. El Estado que promueve la eutanasia
busca también en ese “evitar el sufrimiento” reducir gastos de salud pública.
Aquel cónyuge que quiere “evitar el sufrimiento” de su esposo o esposa muchas
veces quiere evitar su propio sufrimiento para poder continuar su vida. La verdad
es que la eutanasia parte de la falsa idea de que el sufrimiento o la edad restan
dignidad a la persona y quizá su vida
ahora vale menos que la muerte.
Finalmente también Juan Pablo II hablaba del sufrimiento en
un sentido humano diciendo que en él el hombre se encuentra a sí mismo, su
propia humanidad, su propia dignidad y su propia misión.
El sufrimiento tal vez sea inevitable pero es una parte
importante de la naturaleza humana. Por lo tanto, no debemos permitir que el
sufrimiento vaya en detrimento de la dignidad humana sino que, por el contrario,
debemos entender su importancia en nuestras vidas y solo así podremos ser
capaces de comprender y no abandonar a las personas que sufren.